La expedición se adentró en el Atlántico navegando hacia el sur desde Cabo Verde y girando luego al este para alcanzar el sur de África. Cuando llegaron al extremo meridional del continente africano, Bartolomé Díaz lo bautizó como Cabo de las Tormentas, en alusión al continuo estado de agitación de aquellas aguas.
Cuando la expedición volvió a Portugal, Bartolomé Díaz informó al monarca de que lo había llamado Cabo de las Tormentas. El rey João II, viejo sabio y prudente, le dijo: Si llamas así a ese cabo, nadie querrá ir allí. Debes cambiar el nombre y llamarlo Cabo de Buena Esperanza.